Janet Batet

EL HOMBRE QUE CAMlNA.
I
La escultura cubana (y dentro ella específicamente la que se desarrolla en la lsla) ha sido objeto de disimiles avatares. Ella, más que ninguna manifestación de nuestras artes plásticas, se ha visto plegada a dependencias temáticas y formales que vehiculen su realización. La propia creación de CODEMA ha tenido que ver con este proceso y si de un lado daba un impulso a rnanifestación tan difícil, del otro potenciaba este tipo de problema. Me refiero fundamentalmente a una vertiente de nuestra escultura imposible de concretarse sin el apoyo oficial y cuyo concomitante es precisamente ese sector, o sea. la denominada escultura monumental y en cierto modo, la ambiental.
Fuera de este campo la escultura ha tenido periplos bien difíciles, irnpuestos las más de las veces por la ausencia de los requerimientos básicos para su realización. Añadamos a esto el cierto menosprecio par parte de la critica y el sector especializado a este modo de hacer.
Por supuesto pretender el eslinde estricto de manifestaciones es un empeño harto complejo y muchas  veces sin objeto como mismo seria la catalogación de ismos en medio de la atomización de significantes que distingue el arte de hoy. La obra muchas veces se mueve flirteando múltiples coordenadas y el artista mismo ya no es posible etiquetarlo. El arte. incluso merecería un replanteo.
  Si toda esta vorágine de desplazamientos, esta imposibilidad de definiciones, atacan al mínimo y casi siempre apacible (impasible?) espacio de la galería, que podemos esperar devueltos ya a la vida? El hombre en medio de un mundo cada vez mas único y plural, mas indómito y cercano esta abocado a una redefinición (en primera instancia interior) como único modo efectivo de supervivencia.

II
El hombre solo vive un día.    
             Que es el hombre? Que no es.               
No es más que la sombra de un sueño.
(Pitica. VIII. 95-97)

La vida del hombre transcurre en el perpetuo intento por superar su nulidad. Asirse a ese hilo que como registro horizontal verifica su existencia, le ha hecho pensar que a veces camina. Sigue sin embargo allí donde siempre, sujeto a iguales miedos y añoranzas. En este bregar interno su historia verifica también un seguro cosmos vertical perpendicular al eje horizontal en que transcurre su vida como género.
La idea de la seguridad racional cede el paso cada vez mas al tormento de la existencia, donde la esencia dramática de lo inevitable marca su destino. Comienza entonces la mirada atrás (sin renunciar a la mirada arriba) y el descubrimiento de un complicado recinto de retruécanos infranqueables donde apenas si atisbamos el camino marcado por nosotros mismos. Unos pocos rasgos, balbuceos: cetro y ascenso vuelo y caída, encrucijada. Esos pocos signos suficientes parecen albergar el destino del hombre -su eterna búsqueda- que le permite acaso trascenderse a si mismo como brotoi accediendo a la confusa espiral precedida del Caos y cuyo final escapa ante nosotros ilimitado. Las asideros seguros estarán entonces dentro, en nuestros ensueños y pasiones, nuestras reflexiones y duda  nuestras vivencias diarias, nuestra imposibilidad.
En este reconocimiento no importan ya tanto las convicciones lógicas de una historia depurada, convincente, lineal, sino las zonas del recuerdo, la vivencia. La vida asoma como el escenario ubicuo donde el hombre accede como puesta única a una representación que desconoce y a tiempo que la va abandonando. La luz tenue se resiste a revelar el secreto mientras avanzamos? Descalzos hacia nosotros misrnos, cegados por pináculos de avaricia: esas mismas estructuras que devenidas mecanismos de ascenso de poder, transmutan en incomunicación. El boicot del hombre al hombre mismo
Nos queda acaso calibrar nuestras fuerzas-centripedas y centrifugas- sin pretender con ello otro mito imposible (demasiadas demencias nos laceran). Bastaría, con los ojos cerrados adentrarse en lo profundo, no importa ya si el estigma de seres unsipenes nos compulsa y aunque tengamos que asumir -los orígenes - la predisposición de nuestras almas al mal por la tangencia de un cuerpo, lo terrible es aceptar la evidencia de las alas quebradas y de un cielo tan alto.
Montalván y Olivera acatan en sus obras renunciando al sello autotelico para adentrarse en el hombre. La mística de materiales prístinos evidencia el trabajo no solo con la madera o el metal sino con el fuego, luz, ausencia, signos vitales que convocan a la redefinición o al menos al cuestionamiento emplazado aquí desde una zona bien merecida si entendemos al hombre como la escultura primigenia esa vez a manos divinas
El arte mismo debería regresar a sus comienzos cuando aún no sabia que existía, renunciando al áureo mito-corolario de siglos pretenciosos- que lo aleja de lo humano. Entonces cuando el hombre este de vuelta ante si mismos y abrace eike y ennous como únicos, cuando se asuma así renunciando a la idea de sertorio que lo olvida de si-solo entonces- sabrá el hombre que camina.
Janet Batet Junio 1996
Exposición “El hombre que camina” . Centro Provincial de Antes Plasticas y Diseñdo. Ciudad de la Habana.