Ariel Ribeaux

TEXTO PARA EL CATALOGO DE EL DOLOR DE LA EXISTENCIA.
Monta:
Te cuento que llevo ocho meses diciéndome: mañana comienzo a escribir el texto. Al final nunca empecé ese “mañana” y hoy me senté definitivamente a hacerlo. Podría darte diez mil excusas que de nada servirán puesto que mañana (otra vez mañana) tendrás el texto en tus manos. Simplemente y es esta una de las ideas de la exposición, necesitaba tiempo. Me imagino sabrás en que sentido he usado este termino. Ojalá no te hayas aburrido de esperar. te guste y alcance a formar parte del catálogo. Lo simpático es que hasta hoy no había logrado redondear las diversas ideas que tenia dando vueltas en mi cabeza. No pensé tampoco en escribirlo de manera epistolar pues me resultaba una idea algo ridícula. Por suerte o por desgracia la literatura romántica del XIX abuso del recurso epistolar y a estas alturas escribir un texto para un catalogo de esa manera sera considerado, en el mejor de los casos, kitsch. Pienso que me decidí a hacerlo así porque de algún modo estoy aburrido de las convenciones y el que dirán (a todo el mundo le sucede lo mismo, pero nadie se lanza porque hay una porción de ego que nos impide, aunque queramos, hacer el ridículo o pensar que intencionalmente lo estamos haciendo).
Recuerdo que conversamos un día en tu casa sobre "El dolor de la existencia", cuando tan solo era un proyecto. Derivamos en el tema de la amistad y de manera general en el de las relaciones sociales. "El canto y la mierda" y "Agua Turbia", ambas piezas de la muestra a modo de variaciones sobre un tema similar, nos dieron el pie. Hablamos de los casi antónimos franqueza e hipocresía, de las mascaras necesarias a asumir en la relación con mucha gente, de no saber a veces en que aguas te estas moviendo o de saberlo y poder distinguir la claridad aunque esas aguas te mojen; incluso de no quedarte sumergido, poder sobrenadar y- conservar al menos cierto fragmento de pureza. Lo gracioso de la historia es que dicha conversación evidenciaba posiciones totalmente románticas, como decía anteriormente, pues aunque te decidas a cambiar no puedes -la gente no cambia, se refina. Dichas posiciones son como la de muchos artistas de principios del XX que se suicidaron por no poder conciliar la crisis de sus ideas altruistas con la realidad que tenían frente a si (en nuestro caso lógico, debido a la educación utópica que recibimos, esa de “todo el mundo es bueno” y “hay que hacer el bien” , en ves definitorio de los últimos tiempos, extremos que se tocan y confunden).
Tal vez por esto que te comentaba he estado reflexionando sobre las paradojas de la muestra. Su mérito es que estas se complementan, y es ahí donde radica, según pienso, una de las virtudes de "El dolor de la existencia", incluso de las reflexiones sobre el dolor y de la exposición -incluido su titulo- como metáfora. Existir es transcurrir en el tiempo y es el quien de alguna manera te va marcando, lo que a su vez te permite crear. Por otra parte el hecho dual, paradójico, de imbricar el soporte y/o el proceso como elementos “cargados” que pluralizan y distienden las propuestas conceptuales de cada pieza, asumiendo completamente esa carga o ‘peso”. Me refiero, por ejemplo, a la utilización del ácido para trabajar las planchas como alusión obvia al dolor, la soldadura -si es que finalmente la utilizaste- facturándola con crudeza para aprovechar en este sentido las posibilidades de la textura resultante; la idea de suspender esas pesadas planchas en el aire, modelo representacional en el espacio y contraposición entre ligereza y pesantez, o la asunción del metal en tanto material resistente al paso del tiempo, que también de alguna manera es marcado por este a través de la oxidación.
Desde el principio te comente que una de las obras que mas me gustaba era "La voz interior", precisamente por lo que nos toca -sabes a que me refiero-, por lo mucho que dice en varias direcciones logrado mediante una solución tan minimal- todas las piezas, dicho sea de paso, están en esa cuerda-, porque, ademas de no disentir del conjunto de obras del proyecto en tanto discurso propio, social desde una óptica individual es la obra mas personal del proyecto y tal vez por ese mismo hecho se me antoja la mas colectiva en un sentido general. Lo mismo pienso de la obra que da titulo a la exposición cuya capacidad evocativa no precisa de comentarios pues ella por si sola es.
Vuelvo ahora sobre una idea expresada anteriormente: el paso del tiempo y el hecho del cambio. Me imagino estarás de acuerdo conmigo en que esta exposición guarda una relación sumamente estrecha, a pesar de las lógicas diferencias temporales y otras, mas visceral esta-, con una muestra tuya de 1996: "EL hombre que camina". No establezco unicamente el nexo por esa figura presente de manera indistinta en "Sobre la conciencia del tiempo" (nada más director que el “paso de la misma figura), "Agua Turbia" o "La voz interior", algo que en un texto anterior me sugirió la idea, en un sentido diferente aunque relacionado con este, de la auto-representación. Mas allá del “caminar” de EL HOMBRE... asumo entonces EL DOLOR DE LA EXISTENCIA como el punto o el lugar que te indicaba el detenerte para repensar ciertas cosas, entre ellas tu propia obra como proyecto vital a largo plazo. Creo que esta exposición concluye un camino que venia desde la otra y que en tanto presente funciona como exorcismo de fragmentos del pasado, definitivamente tiempo ambos, no se si ciclicos o lineales, aunque todo concluya o comience ahí. -
No te he hablado sobre todas las piezas ni pienso hacerlo. Ellas se defienden por si solas y quiero este texto, carta o lo que sea, represente su mismo carácter, como el slogan ochentiano de mas con menos. Espero que nos veamos dentro de un mes. brother, si Dios (otra metáfora) quiere, y espero igualmente alcanzar a ver la exposición. Un abrazo, suerte y que todo te quede empingao.
Ariel Antigua Guatemala, Julio 11 de 1999